Aunque levantes las manos y le grites al universo
que ya no somos nada, que te quite la mirada de encima
tú sabes que hay algo más grande en ese reclamo.
Aunque quieras convencer a tu mente atormentada
que no existo y que nunca existí, existo en el momento
mismo en que me niegas y en la brisa que de noche te acaricia.
Pues aunque me mates cada noche y me entierres en tus sueños,
y como cielos pasajeros quieras borrarme
en un suspiro, no puedes quitarte de encima
la ternura de mis manos y mis ojos,
que poso sobre ti cada vez que te das vuelta,
y cada vez que llegas, y cuando caminas descalza por la playa.
Pues siempre me tendrás como siempre tienes la mañana en que comimos
fresas y el sol entraba por nuestra ventana.
Y mientras quede aire en tus pulmones
y estrellas que mirar en las noches, sabes que eres mía,
como yo seré eternamente tuyo, hasta el día en que los astros se consuman
y las leyes de la física retrocedan, hasta el último tic tac de la gran vía.
Y aunque hoy le pidas al universo que me vaya,
aunque se lo pidas, como se le pide a Dios una plegaria,
en el fondo sabes que conmigo se irá la suerte de tenerme,
de tenernos, y como seres inferiores renunciaremos
a lo mejor de nuestra vida, nuestra fuente de alegría.
Y nos iremos como se van nuestros muertos,
con un mar de lamentos y la esperanza de mejores días.