martes, 15 de mayo de 2012

38

Despierto temprano,
el canto de algunos pájaros me ha levantado desde hace rato.
Me quedo unos minutos pensando como eran otras fechas que ya no tienen tiempo,
la sensación de ser el más querido, la voz ronca de mi padre diciendo "felicidades Manolito".

Me siento a la orilla de la cama, con la cara entre las manos, respiro pausadamente:
"ya nada es como antes", repito una y otra vez mientras hago el esfuerzo de levantarme.
Por fin llegó hasta el espejo del baño donde miro mi rostro. El tiempo no ha pasado en balde,
pero sonrío, el dolor no ha podido acabarme, hace falta muchos golpes más para tirarme.

No dejo de pensar en los días en que parecía que el tiempo no pasaba,
cuando todo estaba ahí, inmóvil, como una fotografía de instantes felices que no vuelven.
Y pienso en todos los seres que se han ido, los ausentes, aquellos a los que el destino apartó.
Ojalá estuvieran aquí para compartir cada momento. Pero no están...

Hoy, quizás uno quisiera que la celebración fuera diferente, pero quien es uno para cambiar el rumbo del destino, de las causas y condiciones que no se cumplieron, de los intereses de los demás, del tiempo de vida de los otros.
Pero solo queda vivir el presente, el momento perfecto donde todo está bien, donde ya no hay añoranza por el pasado, ni miedo del futuro, el momento exacto donde todo está bien.

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