miércoles, 2 de septiembre de 2009

UNA SONRISA

Hay días que de entrada parecen ser bastante pesados, tal vez algún acontecimiento vino a echar para abajo la intención de decirle a las personas que quieres que las quieres, así de simple, sin complicaciones. Pero hay veces que la intención no basta para hacerte entender.
Tenía que salir a la calle para hacer varias cosas y reunirme con algunas personas, venía pensando en cómo es que nosotros mismos nos hacemos la vida pesada y permitimos que las cosas externas nos afecten tanto. Me subí al metro y como de costumbre me puse los audífonos para no escuchar a los vendedores ambulantes y sus anuncios de bolitas que crecen con el agua o algún CD de las tablas de multiplicar. Yo sé que es muy molesto ir parado al lado de la puerta pero es donde más cómodo me siento. Tal vez algunos piensen que eso es motivo suficiente para despreciarme pero no puedo hacer mucho para evitarlo.
El tren recorría cada estación como de costumbre, se abría la puerta y observaba a las personas correr para entra o salir para algún lugar desconocido. Y así seguía mi camino, escuchando a los Héroes del Silencio, "... la locura nunca tuvo maestro...", "...entre océanos de oro y tumbas de sal...", etc, etc, etc.
Al llegar a una de las estaciones, una chava caminaba sin prisa por el andén, se veía segura y tranquila, con cierto aire de displicencia. Su cabello amarrado con una liga me hacía pensar que acababa de salir de trabajar, yo seguía recargado en la orilla de la puerta, observándola. Tenía algo de dulzura infantil. Siguió caminando por el pasillo con paso ágil y gracioso, al llegar al punto donde yo me encontraba alzó la cara y me miró fijamente, uno no está acostumbrado a que las personas te miren, tal vez solo pasan tus ojos por ti pero sin fijar la mirada. Me le quedé viendo, todo esto ocurrió en un segundo, entonces me brindo una bella sonrisa. Una sonrisa honesta y natural, me quedé sorprendido y le respondí sonriendo también. La puerta se cerró y el tren comenzó a avanzar, voltee por la ventana y ella seguía mirándome con esa sonrisa hasta que desapareció.
"Estás cosas no pasan a menudo", pensé, qué lástima. Si tan sólo sonriéramos más seguido, si le sonriéramos a alguien una vez al día, si nos contagiáramos de sonrisas por todos lados, estoy seguro que por lo menos le haríamos la vida más feliz a alguien por un instante.

No hay comentarios.: