domingo, 2 de septiembre de 2007

UNO MISMO

El dolor es tan grande que cuesta trabajo escribir, no hay fuerza en el alma que sostenga la vida, los ojos se llenan de lágrimas, el corazón se detiene. No hay modo de poder dormir, cerrar los ojos significa ver las imágenes de una vida juntos, el día en que apareciste en mi vida, los días en el centro de Tlalpan, las madrugadas en mi departamento, el día que moví el árbol, los días de tristeza de saber que te ibas con otro, el cine, las comidas, las visitas al Centro Histórico, a los museos, a las iglesias, las clases de foto, la noche en que dormí en tu casa, las noches de sexo, la cena romántica, el año entero que pasé conquistándote, el día que decidí no volverte a buscar, el día que me dijiste que cambiara el discurso, el día que te pedí que compartiéramos la vida y el camino, el día de tu exposición en la UNAM y los días previos trabajando duro, el primer día de tu cumpleaños, el día de la fiesta loca en la Roma, el día que me dijeron que nunca te habían visto mirar a nadie como a mí, el día que nos fuimos a vivir juntos, las comidas, las cenas, los tacos de frijoles, las noches con las piernas entrelazadas, los sábados de lavado, la azotea, la ida a Tepoztlan, donde creí que estaríamos para siempre, la bruja, el tepozquila, los viernes viendo películas, las peleas, las reconciliaciones, la playa, Tecolutla, cuando ibas por mí al trabajo, las fiestas, caminar juntos por la calle de la mano, Xochimilco, la carretera...
Ahora sólo queda esperar que te des cuenta que todo eso valió la pena y que perderlo sería perdernos a nosotros mismos.

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