jueves, 27 de mayo de 2010

SAGA DAWA DÜCHEN ས་ག་ཟླ་བ།

Saga Dawa Düchen significa literalmente “Festival de la luna llena de Shakyamuni” es uno de los cuatro grandes festivales (Düchen) dentro de la tradición budista tibetana, los cuales conmemoran eventos importantes de la vida de Buda Shakyamuni (Nacimiento, Iluminación y fallecimiento). Tradicionalmente se dice que en este día tan especial, las semillas kármicas acumuladas, tanto si son negativas como positivas, son multiplicadas por diez millones, de modo que es recomendable evitar todo acto negativo, como las diez acciones no virtuosas de cuerpo, palabra y mente (matar, robar, mantener una conducta sexual errónea, mentir, malgastar la palabra en conversaciones sin beneficio, decir palabras hirientes, generar división entre las personas a través de la critica, la codicia, la malicia y mantener visiones erróneas.), y acumular la mayor cantidad de acciones virtuosas que sea posible, como por ejemplo las diez acciones virtuosas de cuerpo, palabra y mente (las opuestas a las diez no virtuosas: salvar o proteger vidas, practicar la generosidad, mantener una conducta sexual correcta o, mejor aun, el celibato, hablar con la verdad, usar la palabra de forma benéfica pronunciando el Dharma, ya sea en la forma de recitaciones de Sutras y Mantras), y finalmente la virtud de practicar todo esto para el beneficio de todos los seres sintientes.


También se reflexiona en especial sobre la muerte, como un aspecto intrínseco de nuestra naturaleza humana. El parinirvana (iluminación total, muerte física) del Buda, nos recuerda que debemos renovar nuestra práctica de meditación por completo, reconociendo la realidad de la muerte como la impermanencia siempre presente.


“Una joven y afligida madre, lamentando la muerte de su bebé, busca consejo en Buda. La mujer explica su insoportable pesar y su incapacidad para reponerse a esa devastadora pérdida. Buda le pide que llame a todas las puertas del pueblo y pida una semilla de sésamo en cada casa en la que no se haya conocido la muerte. Después, deberá traérselas a él. Ella, obediente, va de puerta en puerta y, mientras sale con las manos vacías de cada una de las casas, comprende que no hay ningún hogar que no haya sido azotado por la muerte. La mujer regresa sin semilla alguna, y Buda le dice lo que ella ya ha comprendido: que no está sola. La muerte es algo que alcanza a todos, a cada familia. Es sólo una cuestión de tiempo. Lo que es inevitable y natural, le dice el Buda, no debe lamentarse en exceso.”


Mientras reflexionamos acerca de nuestra propia muerte, es importante aseguramos de que ese pensamiento no debe conducirnos a una actitud mental depresiva e insana. La mente debe estar tranquila. Es imprescindible tener valor, pero también es necesario sentir una paz interior. Contemplamos la precariedad de la vida y comprendemos que la muerte puede ocurrir en muy diversas circunstancias. Ni la salud ni la juventud son garantía de larga vida. No existe un patrón de condiciones específicas que nos mantengan a salvo.


Otra parábola budista nos enseña a afrontar la muerte con ecuanimidad:


“Un monje tenía siempre una taza de té al lado de su cama. Por la noche, antes de acostarse, la ponía boca abajo y, por la mañana, le daba la vuelta. Cuando un novicio le preguntó perplejo acerca de esa costumbre, el monje explicó que cada noche vaciaba simbólicamente la taza de la vida, como signo de aceptación de su propia mortalidad. El ritual le recordaba que aquel día había hecho cuanto debía y que, por tanto, estaba preparado en el caso de que le sorprendiera la muerte. Y cada mañana ponía la taza boca arriba para aceptar el obsequio de un nuevo día.”


El monje vivía la vida día a día, reconociendo cada amanecer que constituía un regalo maravilloso, pero también estaba preparado para abandonar esté mundo al final de cada jornada.


La muerte no se rige de acuerdo a ciertas condiciones. No hay una hora o temporada en la que podamos estar seguros del cómo y el cuando este evento acontezca.


"Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte." Leonardo da Vinci


Podemos tener la certeza de que no escaparemos de la muerte. Un día tendremos que devolver al universo los elementos materiales que con frecuencia pensamos que son nuestros y que por confusión e ignorancia nombramos “Yo”. Algún día todos tenemos que morir. Todos, sin importar cuán famosos, distinguidos, notables o sobresalientes podamos ser, todos moriremos. Los grandes personajes de la historia han muerto (incluso el Buda).


Con esto en mente, les comparto los últimos días de Siddharta Gautama, el Buda histórico:


“El Buda no era una persona ordinaria, de modo que su "muerte" no fue común y corriente. En ocasiones, sus discípulos más cercanos se quedaban perplejos al tratar de entender cuál era su naturaleza. Preguntaban: "¿Señor, después de la muerte, el Tathágata existe, no existe, ambos casos o ninguno?" y él siempre ofrecía la misma respuesta: "No resulta pertinente decir que un Buda existe después de la muerte. No es apropiado decir que un Buda no existe después de la muerte. Tampoco lo es decir que un Buda, tanto, existe (en un sentido) como no existe (en otro) después de la muerte. No es apropiado decir que un Buda ni existe ni no existe después de la muerte. Cualquier forma de explicar o describir la cuestión resulta inapropiada".


Unos días antes de morir, cuando el Buda se encontraba cerca de Vaishali, sintió los agudos dolores de su enfermedad. Sin embargo, gracias a su esfuerzo, se recuperó lo suficiente para emprender su "gira de despedida". En esa ocasión se dirigió a Ananda y le dijo: "Mi viaje está alcanzando su final. Del mismo modo que una carreta vieja sigue rodando al ser sostenida por unas correas, este cuerpo sólo puede continuar andando si es sujetado por unas correas. No obstante, mi vigor mental y espiritual no han disminuido".


Su cuerpo, como todas las cosas condicionadas, estaba sujeto a la decadencia, pero su mente había trascendido el nacimiento y la muerte. Tras dejar a sus discípulos en Vaishali se dedicó a visitar otros lugares para ofrecer unas últimas palabras de aliento. A pesar del dolor físico y de saber que su muerte estaba próxima continuaba ocupándose de los demás. Las escrituras resaltan que se mantenía consciente de lo que había alrededor. Pronunció algunos discursos y dio las instrucciones finales a la sangha.


Cuando llegó a una aldea llamada Pava recibió su última comida, preparada por Chunda, un herrero de la localidad. Este alimento le ocasionó una disentería severa. Sin embargo, con la poca fuerza física que le quedaba, continuó su viaje hacia Kushinagar. En el camino se detuvo a descansar junto a un río y le pidió a Ananda que confortara a Chunda, pues él no era responsable de los efectos que su comida le había causado. ¡Lejos de expresar reproche alguno quería agradecerle que le hubiera proporcionado su última comida antes del parinirvana, ya que su acción era altamente meritoria!


Bajo un árbol, como cuando nació y cuando logró la iluminación, el Buda alcanzó el parinirvana. En los sitios donde ocurrieron estos eventos se han colocado altares y son lugares de peregrinación. El altar del parinirvana se encuentra en Kushinagar. El Buda decidió morir en el que Ananda describió como un “triste pueblo de casuchas”, pero no fue una casualidad. Allí, entre árboles de sala, la gente de la localidad había construido un canapé de piedra para que los ancianos de la aldea se sentaran. Fue en éste donde el Buda se recostó y explicó qué arreglos quería para su funeral.


Mientras tanto, Ananda se sintió invadido por una gran tristeza y se alejó para llorar a solas. Sin embargo, el Buda lo llamó y le dijo: “Es suficiente, Ananda. No te pongas así. Tarde o temprano tenemos que desprendernos de todo lo que más queremos. Durante mucho tiempo y de manera desinteresada has mostrado un gran cariño por mí, a través de tus acciones, tus palabras y tus pensamientos. Mantén viva tu práctica y alcanzarás la liberación de todos los obstáculos”. Entonces, frente a todos los monjes, el Buda ensalzó las virtudes de Ananda.


Luego habló de la disciplina monástica. Sus últimas palabras invitaban a aquellos monjes que tuvieran dudas sobre sus enseñanzas a que las expresaran en ese momento, ya que estaba todavía allí para resolverlas. No hubo más preguntas. Tras un silencio absoluto el Buda exclamó: “La decadencia es inherente a todo lo condicionado. ¡Con atención consciente, mantengan el esfuerzo!” Acto seguido, entró en un estado meditativo y murió.


La escena final es de gran poder. Se le ilustra en un hermoso bosque, entre árboles de sal, altos y delgados, que sostienen, cada uno, una corona de hojas verdes y anchas, de entre las que sobresalen grandes flores blancas. Al Buda se le pinta recostado sobre su lado derecho, rodeado por sus discípulos. Sus seguidores más cercanos están sentados y llevan hábitos color azafrán. Cae una lluvia de flores. Asimismo, están presentes todo tipo de personas: brahmanes, príncipes, ministros, ascetas, adoradores del fuego, comerciantes, campesinos, mercaderes, además de muchas especies de animales: elefantes, cabras, venados, caballos, perros, ratones y pájaros, que se han reunido para despedirlo. En lo alto, dioses y diosas completan la escena. Las representaciones artísticas de este episodio dejan entrever un evento de significación universal, presenciado por todos los seres.


El estado de ánimo general es de tristeza. Hasta los animales están llorando. Los únicos que no lloran son algunos discípulos, sentados muy cerca del Buda y un gato. Los discípulos más próximos permanecen tranquilos. Son capaces de percibir más allá del cuerpo físico y saben que el cambio del nirvana al parinirvana no es un cambio.”


Fuente: Sangharákshita, Quién es el Buda, extracto del capítulo 8, Fundación Tres Joyas.


Valdría la pena entonces, tener presentes estas extraordinarias reflexiones sobre la muerte durante este día y tratar de mantenerlas en los posteriores. En este contexto, éste puede ser un tema de reflexión bastante sobrio y que puede llevarte, sin duda alguna, a contemplar la vida como algo sagrado. Con esto en mente, pregúntate:


Ya que algún día debo morir, ¿qué es realmente prioritario en mi vida? ¿De qué acciones puedo estar orgulloso en mi vida? ¿De qué me arrepiento? ¿Qué es lo que quiero hacer y evitar mientras viva? ¿Cómo puedo prepararme para morir?


Piensa que mientras estés vivo, el tiempo libre para practicar el Dharma es extremadamente limitado. Si vives 70 años, la mitad de ese tiempo la gastas en dormir, el resto trabajando, comiendo, peleándote, yendo de compras, viajando, viendo televisión, etc. Muy poco tiempo utilizas para practicar el Dharma. Cuando somos jóvenes, posponemos nuestra práctica del Dharma para más tarde. Cuando somos de mediana edad, estamos muy distraídos con otras cosas. Cuando somos viejos, miramos el pasado con arrepentimiento, al ver que no practicamos.


Hoy festejamos el Saga Dawa Düchen, hoy cuentas con una preciada vida humana, hoy puede ser tu último día sobre la tierra, así que aprovéchalo.

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