domingo, 16 de mayo de 2010

VIAJE AL CENTRO DEL CORAZÓN

Lo decidí semanas antes, en mi cumpleaños 36 no habría fiesta, ni alcohol, ni celebraciones marcadas por lo cotidiano, por la falta de sentido. Había decidido hacer un retiro espiritual, estar solo, escucharme a mí mismo, felicitarme por lo bueno, por lo malo, por la alegría y por la tristeza.

Decidí que el lugar ideal para meditar era Tepoztlán, un lugar mágico el cual siempre me ha dado buenos momentos. Llegué muy temprano y fui directamente a buscar un lugar donde quedarme esa noche, encontré un hotel bastante bonito y tranquilo el cual me garantizaba poder estar en paz.

Después de desayunar tres quesadillas que me daban el conbustible necesario, me enfilé por la calle del Tepozteco directamente para comenzar mi ascenso hasta el pico de la montaña. Eran las 12:30 PM, pedí permiso a los espíritus de la montaña para entra en su plano. El primer tramo no tiene mayor dificultad, una escalera de piedra permite subir sin ningún problema, pero después de unos cuantos metros comienza una lucha por caminar en medio de las piedras. El corazón ya iba a mil por hora, me preguntaba cuánto faltaba para llegar a la cima, era mejor no preguntar. Mi excelente condición física quedó de manifiesto cuando después de pararme (o desfaceller) por segunda ocasión, un hombre con signos de polio que venía detrás me rebasó y no lo volvía a ver hasta casi llegar a la punta.

Después de diez paradas, una hora y media, un litro y medio de agua y empapado en sudor llegué a donde se encuentra la pirámide, ahi el visitante es recibido por un grupo de tejones que solo esperan un momento de descuido para robarte algo de comida. La vista desde ahí es impresionante, se puede ver una extensión muy grande del valle y el pueblo de Tepoztlán en su totalidad. Desde ahí podía ver las torres de la iglesia y un poco más al fondo la alberca en donde las brujas nos visitaron aquella noche.

Media hora después comencé el regreso, pensaba que sería más fácil, no sabía que se requiere un mayor esfuerzo para no caer, aunque sí es más rápido, 45 minutos y dos resbalones después ya estaba abajo, las plantas de los pies me dolían muchísimo, las piernas me temblaban sin parar y la sed me consumía. Pero el esfuerzo había valido la pena.

Estaba cansadísimo por lo que fui a descansar al hotel. Ya por la tarde-noche fui a pasear por el pueblo, en ese momento debo reconocer que la soledad me atacó fuerte, extrañaba estar con las personas que en épocas atrás celebraban mi cumpleños, el clima no ayudaba, fuertes ráfagas de viento enrarecían el escenario, comenzó a llover.

Caía la noche y decidí festejarme en una mezcalería, entré y pedí un tobalá, recordaba el mismo día tres años atrás tomando el mismo mezcal. Checaba constantemente mi celular en busca de la llamada que esperaba. Caminé de regreso al hotel lleno de sentimientos encontrados, al pasar por una calle me pareció que conocía una entrada, me metí y de inmediato reconocí la fuente donde años atrás te tomaba fotos.

Llegué al hotel y me senté en la mesa de afuera del cuarto contemplando la montaña con un ciggaro en una mano y el segundo tobalá que decidí llevarme. Faltaban 12 minutos para la media noche, los recuerdos se agolpaban con fuerza, la llamada nunca llegó.

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